La presencia de modelos tóxicos de sexualidad en la adolescencia

David Kaplún Medina, antropólogo, formador e investigador en Género, Violencia y Diversidad, además de miembro de la Asociación de Hombres por la Igualdad de Género (AHIGE); y Paula Roldán Gutiérrez, psicóloga experta en Violencia de Género, son el autor y la autoras de este informe La presencia de modelos tóxicos de sexualidad en la adolescencia. Es el producto de una investigación cualitativa (a través de la subvención de ayudas a la investigación del Instituto de la Mujer de 2019) realizada con hombres jóvenes que cursan estudios de educación superior: hablan de cómo viven su sexualidad, para comprender cómo la juventud masculina experimenta estas vivencias en una realidad en la que se empieza a visibilizar una gran cantidad de violencia sexual.

«Vivimos en una sociedad que no habla abiertamente de sexo con sus jóvenes pero que al mismo tiempo permite que se les sexualice continuamente. En este sentido, cabría cuestionarse si todas y todos no somos responsables de un abuso sexual contra la infancia, al permitir que nuestros menores (desde los ocho años) accedan a contenidos pornográficos a través de sus dispositivos móviles con la misma facilidad que a un cuento infantil. Deberíamos preguntarnos con honestidad si no somos todas y todos responsables de que a día de hoy los jóvenes sigan manteniendo las mismas relaciones jerárquicas con sus compañeras o que hayan normalizado la violencia sexual e incluso la consideren deseable. Nuestras jóvenes viven en un mundo que actualmente les está enviando dos mensajes contradictorios: por una parte, se les engaña diciendo que ya han conseguido la igualdad mientras que por otra, las industrias de la moda, la publicidad, los medios de comunicación y, por supuesto la pornografía, les deja muy claro que su papel es el de la sumisión y el de ser consumibles, incluso animándoles a empoderarse a través de su “capital erótico”.» (Prólogo, Towanda Rebels)

En el informe, editado por el Instituto de la Mujer de Castilla-La Mancha, se establece que resulta evidente que los jóvenes son conscientes no sólo del tabú que aún existe sobre la sexualidad, sino también de la falta de educación sexual en dos espacios fundamentales de socialización: en las instituciones educativas y la familia. Esta falta de formación consciente, responsable, empática y emocional de la sexualidad tiene «un alto coste social». «El silencio que como sociedad estamos generando ante un tema tan importante está permitiendo que se mantenga el modelo del porno, que continuamente reproduce y genera imaginarios violentos aunque, eso sí, de manera diferenciada porque a la vez que erotiza el protagonismo y la proactividad en los hombres, erotiza la sumisión y la disposición en las mujeres».

Como conclusión, el estudio considera que es necesario comenzar cuanto antes con una estrategia clara de formación tanto sobre las redes sociales como sobre los canales transmisión «de un modelo de relación que incorpora grandes dosis de toxicidad en los modelos de género y sobre sexualidad, para poder ofrecer una mirada crítica a lo que se encuentra en el porno». Esta educación, añaden, debe realizarse a todos los niveles del sistema educativo, desde colegios a universidades, con contenidos adaptados para cada edad. La formación debe dirigirse también a población adulta priorizando al profesorado por su capacidad de multiplicar el mensaje en sus centros de enseñanza, pero sin olvidar a las familias, aprovechando las asociaciones de madres y padres de los centros educativos.

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La presencia de modelos tóxicos de sexualidad en la adolescencia

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